No voy a sobrevivir, pensó Ellis Halstaff. He perdido mucha sangre.

Escapar por la puerta principal y correr hasta Havenwood no era opción, al menos no antes de llegar con Ralyn. El pequeño se encontraba indefenso. Tenía apenas un año y medio de edad y ni siquiera había aprendido a caminar bien, mucho menos defenderse.

Para subir por la escalinata se apoyó sobre el barandal con su mano sana, arrastrando su inútil pierna derecha detrás de ella; avanzando un peldaño a la vez.

Conforme sus fuerzas le abandonaban, pensó en Sahm y se preguntó desesperada por qué su hija intentaba matarla.

Después de terminar su trabajo, Ellis entró a la habitación de Sahm para ver si ésta se encontraba lista para un baño. Sahm sonrió, sacó de entre las cobijas el mejor cuchillo de trinchar que poseía Ellis y la hirió en la pierna, para luego acuchillarla repetidamente en el torso. Cinco, seis veces, quizá más. Ellis perdió preciosos latidos inmovilizada por el shock del ataque antes de reaccionar y salir corriendo.

La mente de Ellis se sentía nublada. Iba a la mitad de la escalinata cuando escuchó los veloces pasos de los pies desnudos de Sahm en el piso de abajo.

Se volvió y ahí, al fondo de las escaleras, su hermosa hija rubia se encontraba de pie, ataviada con el vestido rosa de encajes que Ellis había ahorrado para comprarle para el festival de la cosecha. La tela se encontraba salpicada de carmesí oscuro que brillaba bajo la luz de la lámpara. Sahm sostenía el cuchillo con su mano derecha y su brazo se encontraba cubierto de sangre del codo para abajo. El líquido rojo goteaba de la punta de la hoja.

—Espera mamá, ¡aún tengo que matarte!

Piensa que es un juego, ¿cómo es posible?

Ellis retrocedió, subiendo un escalón más.

Sahm ascendió dos peldaños de un salto. —Dije, ¡ESPERA! —Resbaló en el sendero de sangre bajo sus pies, inclinándose hacia el frente. Su brazo derecho trazó un arco sobre su cabeza y clavó la hoja en el escalón que Ellis acababa de dejar.

El sonido de sus propios gritos ahogó todo el ruido mientras Ellis dio media vuelta y subió los últimos dos peldaños que la separaban del segundo piso. Se aproximó a la habitación de Ralyn con pasos desesperados, arrastrando su pierna derecha inservible.

Una vez dentro puedo atrancar la puerta y quizá entonces…

Ellis llegó al umbral y se congeló, Ralyn no estaba en su cuna. El barandal de madera se encontraba roto y había trozos de éste regados por el suelo.

El mareo era cada vez más persistente. Ellis se estiró para alcanzar el barandal roto y usarlo como apoyo. Sus miembros se sentían fríos, respondiendo con lentitud a las instrucciones de su mente.

—¡Ahí estás!

Ellis giró para ver a Sahm en la puerta. Tenía una enorme sonrisa dibujada en el rostro, del tipo que tendría al jugar rudo con papá; antes de que las dejara.

El mundo parecía tambalearse. Ellis retrocedió y agarró uno de los barrotes astillados de la cuna, un trozo de madera largo y con punta mortífera. Después de arrancarlo, lo esgrimió con mano temblorosa.

—¿Qué hiciste Sahm? ¿Qué le hiciste a tu hermano?

Sahm bajó el cuchillo. Tenía un mohín trazado en sus labios hichados, el ceño fruncido y los ojos bien abiertos y húmedos. Era la mirada que adoptaba después de hacer algo que no debía e intentaba escapar del castigo.

—¿Vas a lastimarme, mamá?

El suelo se movía como la cubierta de un barco en un mar picado. Ellis apenas estaba consciente de que su mano y la estaca se desviaban perezosamente.

—Sólo quiero saber por qué… —sollozó Ellis, su voz distante. —¿Es acaso porque estás enferma? Podemos conseguir ayuda, vayamos con Bellik y…

Ellis sintió un agudo dolor en la parte posterior de su tobillo sano, un cepo perforante que lanzó una descarga de agonía por todo su cuerpo al son de un grito.

Al mirar hacia abajo se encontró con Ralyn, en el sitio al que había gateado desde su cuna. El niño le miró con calidez y le ofreció una amplia sonrisa, sus pequeños dientes cubiertos por una capa de color rojo brillante.

El mundo se alejó con el advenimiento de la oscuridad. El brazo de Ellis perdió fuerza y su cabeza colgó hacia atrás. Felizmente, no sintió la larga hoja cuando Sahm le atravesó el pecho con ella.

Odio y Disciplina

Cazadora de demonios

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